La importancia de la motivación radica en la mente; es un proceso del pensamiento y el deseo o voluntad de pensar siempre positivamente es lo que determinará cómo se percibe y se reacciona a todo lo que está a nuestro alrededor
La motivación personal es muy importante para lograr el éxito en la vida personal y profesional. La motivación es una acción mental para animar o animarse a ejecutar algo con entusiasmo, interés y diligencia. Es influir en el ánimo para proceder de un modo determinado.es una fuerza real que hace que una persona o grupo de personas realicen esfuerzos extraordinarios para lograr un determinado objetivo en un momento dado. Esa fuerza anímica es usada por los líderes para lograr resultados especiales o para crear un ambiente favorable para realizar grandes esfuerzosafirmar que hay dos tipos de motivación: externa e interna. Desde tiempos inmemorables se ha empleado la motivación externa para incentivar a las personas a lograr algo o a actuar bajo un patrón de comportamiento dado. Dentro de estos tipos de motivación se encuentran los premios y castigos.
Tanto la motivación por el incentivo o recompensa como la motivación por el miedo son efectivas pero tienen una gran debilidad común, no son permanentes y son administradas por un agente externo (padres, maestros, jefes); por lo tanto, no es propio de la persona misma, no es auténtica ya que responde a los intereses particulares de ese agente exterior.
La motivación es importante para todas las decisiones que debemos tomar. Para ayudarnos a estar constantemente motivados, debemos establecer con claridad nuestras metas en todos las áreas de la vida, soñar, combatir y eliminar el miedo de actuar o decidir, y mantener sólo pensamientos positivos en nuestra mente. Nosotros somos lo que pensamos que somos. Debemos persistir hasta que nuestra pasión interna sea parte de nuestro carácter y personalidad.
FACTORES MOTIVADORES
Factores individuales y colectivos
La distinción entre factores
individuales y colectivos de la motivación viene determinada porque el trabajo
en equipo no es la única manera en que los miembros de la organización llevan a
cabo sus funciones en la empresa. A veces el trabajo debe ser individual y,
otras veces, las personas de un departamento o área deben realizar tareas
conjuntas para alcanzar un objetivo o meta.
Un trabajo en equipo repercute en la motivación a dos niveles:
- A nivel individual:
Incrementa la seguridad personal
Aumento de la productividad del
individuo
Satisface las necesidades de afiliación y
pertenencia
Enriquecimiento personal
- A nivel colectivo:
Mejora eficazmente la comunicación
Estimula el ambiente de
trabajo
Creación de una división de tareas precisas
Motivación emocional
en el conjunto de sus miembros
Incremento de la productividad
Facilita la
compresión de las decisiones
Permite un mayor número de enfoques de un
problema
El trabajo en equipo tampoco debe ser considerado una panacea pues, a veces,
existen miembros del equipo que se neutralizan entre sí, lo cual, provoca
ineficacia y pasividad por parte de algunos individuos del colectivo. No
obstante, en un equipo efectivo el rendimiento es mayor que la suma de los
rendimientos individuales de los miembros que lo componen. A este efecto se le
denomina sinergia de grupo.
Características de la motivación
La
Motivación se refiere a un proceso dinámico interno. En cualquier momento, como
proceso que es, puede implicar cambio o variabilidad. Dreikurs (2000) se refiere
a la Motivación proponiendo que, cuando es descrita como un proceso dinámico
momentáneo, nos referimos a un estado motivacional, pero, cuando nos
referimos a una predisposición referida a las tendencias de acción, estamos
hablando de rasgo motivacional. Mientras el estudio de las disposiciones
motivacionales enfatiza las diferencias ínter individuales, el estudio de los
estados motivacionales enfatiza las diferencias en la dinámica momentánea de la
acción.
En un
sentido muy parecido, Deckers (2001) propone que, para estudiar la Motivación,
es necesario tener en cuenta los cambios en los estados internos y en la
conducta abierta de los individuos. Esta variabilidad hace referencia a tres
ámbitos o posibilidades: (1) la consideración del cambio entre circunstancias
-variación momentánea y situacional en un individuo determinado, que permite
localizar en qué medida un objetivo atrae a ese individuo-, (2) la consideración
del cambio entre distintos individuos de la misma especie -variación ínter
individual intra específica, que permite localizar diferencias individuales-,
(3) la consideración del cambio entre individuos de distinta especie (que
permite localizar la eventual existencia de patrones de conducta específicos de
cada especie).
En última
instancia, la variación o variabilidad motivacional es evidente en dos posibles
formas, a saber: en términos de cantidad o intensidad y en términos de cualidad
o tipo. Por lo que respecta a la variabilidad en intensidad, implica un cambio
-en forma de incremento o decremento- en la movilización de energía, así como en
la cantidad de esfuerzo que se dedica para la acción. Es decir, la intensidad se
refiere a cuán robusta o débil es la motivación. Por lo que respecta a la
variabilidad en cualidad, implica una selección de la dirección para la
ejecución de la acción, permitiendo establecer de qué modo específico, o hacia
qué meta concreta, se dirige la acción. Es decir, la cualidad se refiere al tipo
de motivación.
El aspecto
relacionado con la intensidad de la Motivación, esto es, el factor energético,
puede variar desde la letargia extrema hasta la máxima alerta y responsividad.
Ha habido distintas denominaciones para referirse a este factor que proporciona
la energía. Entre ellas destacan las de arousal (Revelle, Anderson y
Humphreys, 1987; Anderson, 1990) y activación (Malmo, 1959; Thayer,
1989). Actualmente, y de forma genérica, se habla de activación. En este marco
de referencia, otra forma de referirse a este factor energético que proporciona
la intensidad de la Motivación ha consistido en la utilización del tiempo que se
invierte en la movilización de la energía en la conducta motivada. Así, se ha
propuesto la existencia de una dimensión fásica y de una dimensión tónica. Por
lo que respecta a la dimensión fásica, hace referencia a reacciones o
excitaciones breves, asociadas a un estímulo u objetivo que, por alguna
circunstancia, es significativo para ese individuo. Por lo que respecta a la
dimensión tónica, hace referencia a respuestas o excitaciones provocadas
por un estímulo u objetivo, el cual, en este caso, posee mucha relevancia, o
exige mucha dedicación al individuo, produciendo un nivel sostenido en la
respuesta o excitación (Palmero y Chóliz, 1991).
El aspecto
relacionado con la dirección de la Motivación no tiene connotaciones
cuantitativas sino de cualidad de las acciones y las conductas. El aspecto
direccional de la motivación se refiere a la variación referida a los tipos de
metas o antecedentes a los que responde un organismo; esto es, tiene que ver
con la selección de objetivos.
Así pues,
parece evidente que, prácticamente, todos los autores que investigan aspectos
relacionados con la conducta se plantean preguntas acerca del porqué de la
conducta; en la medida en la que gran parte de ellos intentan responder,
incrementan considerablemente el número de aspectos y características de la
motivación. Sin embargo, como señalan algunos autores (Kleinginna y Kleinginna,
1981; Mankeliunas, 1987; Heckhausen, 1991; Petri, 1991; Franken, 1998; Edwards,
1999; Beck, 2000), implícita o explícitamente, algunas características
esenciales parecen ser común denominador en prácticamente todas las definiciones
propuestas. Tales características se refieren a la activación y la
dirección.
Activación
Para ejecutar una conducta, cualquier conducta, es necesaria la existencia de un
cierto nivel de energía. Sin esa energía, la conducta no se producirá. La
energía procede principalmente de la comida ingresada en el organismo, la cual
será almacenada como energía potencial. Cuando dicha energía almacenada
es liberada para ejecutar una determinada conducta, se convierte en energía
cinética. Es como si la energía potencial esperase la aparición de algún
estímulo especial, tanto interno como externo, para que la libere y la
transforme, cinéticamente, en alguna conducta particular.
La
activación es una de las características que con mayor facilidad puede ser
observada cuando un organismo lleva a cabo una conducta. La conducta abierta
o manifiesta es una de las propiedades que mejor define a la activación. Es
decir, en la medida en la que un organismo está llevando a cabo una conducta,
parece lógico pensar que un cierto nivel de motivación existe en dicho sujeto.
Por el contrario, y al menos aparentemente, si no existe conducta observable, se
podría pensar que no existe motivación, o que el nivel de motivación existente
es insuficiente para provocar la conducta. Sin embargo, éste es un razonamiento
equívoco, pues, si bien es cierto que la presencia de una conducta observable
denota la existencia de un adecuado nivel de motivación, la ausencia de una
conducta observable no significa la ausencia de motivación. A partir de los
trabajos de Lacey (1967), en los que se cuestionó seriamente el concepto de
activación como proceso unitario, defendido por Lindsley (1951, 1957), Malmo
(1959), Duffy (1962), entre otros, existen claras evidencias de que la
activación de un organismo puede manifestarse a través de tres parámetros:
electrocortical, autonómico/fisiológico y motor.
La
conclusión parece bastante clara: aunque la motivación se considera activadora
de conducta, la conducta activada no siempre es abierta y manifiesta. En este
marco de referencia, además, estimamos que, si bien la existencia de una
conducta abierta y manifiesta denota, sin duda, algún tipo de motivación, no
necesariamente indica los antecedentes ni las cogniciones que ha llevado a cabo
ese individuo para obtener una determinada meta. Esto es, la simple observación
de la conducta abierta o manifiesta denota activación, luego, denota motivación,
pero no permite dilucidar cuál es la motivación ni cuáles los objetivos
perseguidos.
Otra
propiedad que define bastante bien las características activadoras de la
motivación tiene que ver con la persistencia. El argumento que sustenta
el papel de la persistencia es bastante lógico, al menos desde un punto de vista
conductual. En efecto, parece un hecho bastante evidente que, cuando un
organismo está motivado (por ejemplo, cuando experimenta hambre), persiste en su
conducta hasta que consigue el alimento. Esta característica de la activación en
la conducta motivada ha sido cuestionada por algunos autores (Beck, 2000),
quienes argumentan que la conducta persistente (entendiendo por persistencia la
repetición de la misma conducta) aparece en los experimentos en los que sólo
existe una alternativa de respuesta (por ejemplo, presionar una barra); si
hubiese más alternativas de respuesta (como sucede en la vida real), quizá no se
observase la persistencia de conducta, puesto que los sujetos tendrían dónde
elegir. En estos experimentos, continúa Beck, los sujetos experimentales han
sido adiestrados para conseguir comida mediante una respuesta concreta:
presionar la barra. Parece lógico encontrar que, cuando sienten hambre
(presencia de motivación), los animales den la respuesta que han aprendido. Si
no obtienen comida con su respuesta siguen intentándolo, siguen insistiendo,
persisten en su conducta. Si tuviesen más alternativas de respuesta, quizá no
repitiesen la conducta y experimentasen con otras respuestas, con lo que la
persistencia en la conducta no sería tan importante como modalidad activadora
para explicar la motivación[11]. No obstante, a pesar de la lógica que envuelve
el razonamiento de Beck, pensamos que se podrían introducir ciertos matices a la
misma. Si bien es cierto que en los experimentos a los que se refiere este autor
sólo había una posibilidad de respuesta (presionar la barra), este hecho no
invalida la relevancia de la persistencia como propiedad importante de la
activación en Motivación. Es decir, aunque hubiese más alternativas de
respuesta, la conducta del organismo sería igualmente persistente, y perseguiría
el mismo fin: encontrar la comida. El hecho de que llevase a cabo diversas
conductas no invalidaría el argumento de la persistencia hacia la obtención de
comida. Sería conveniente matizar que, cuando Beck se refiere a persistencia, lo
hace pensando en la misma conducta. El animal persiste en la misma respuesta.
Sin embargo la persistencia va más allá de la especificidad de conducta: tanto
da si el sujeto tiene una o varias alternativas de conducta, insistirá en su
conducta o elegirá otra, en cualquiera de los casos persistirá en su afán por
obtener la comida.
Otra
propiedad que está relacionada con las características activadoras de la
motivación tiene que ver con el vigor o intensidad de la conducta. Los
teóricos de la motivación plantean que la intensidad de la respuesta ofrecida
por un sujeto correlaciona positivamente con el nivel de motivación que ese
sujeto experimenta. No obstante, también existen reticencias al respecto, ya
que, si un sujeto ha aprendido a dar una determinada respuesta que implica una
gran intensidad, podría suceder que, en situaciones futuras, la existencia de un
moderado nivel de motivación desencadenase una respuesta intensa que no
reflejara el estado real del sujeto. Lo que sugerimos con esta idea es que los
procesos previos de aprendizaje pueden distorsionar la correcta relación entre
estado motivacional e intensidad de la respuesta observada.
No cabe
ninguna duda de que el concepto de activación es fundamental en el ámbito de la
Motivación. En los últimos años, Thayer (1989) ha establecido una sugerente
distinción al estudiar la activación. Concretamente, según este autor, se puede
hablar de activación energética y activación tensa. Por lo que respecta a la
activación energética, representa un sistema apetitivo o de
aproximación, y hace referencia a una dimensión que oscila entre un extremo,
caracterizado por el vigor, la energía y la vitalidad, y otro extremo,
caracterizado por la fatiga y el cansancio. Las variaciones en este sistema son
fácilmente observables en los ciclos diarios (circadianos), ingestión de
alimentos, ejercicios, etc. Por lo que respecta a la activación
tensa, representa un sistema general de evitación (o precaución), que se
pone en funcionamiento en las situaciones que entrañan un peligro (real o
imaginario) para el sujeto. Hace referencia a una dimensión que oscila entre un
extremo, caracterizado por la ansiedad y el miedo, y otro extremo, caracterizado
por la calma y la quietud. Este sistema de activación se relaciona con un
mecanismo de emergencia, de preparación, que analiza las características de
peligro que una determinada situación entraña para el sujeto.
Dirección
Hemos visto
cómo la activación, con los diversos índices que la configuran, puede ser
considerada una de las principales características de la conducta motivada. No
obstante, algunos autores (Birch, Atkinson y Bongort, 1974) defienden que la
activación no es el principal elemento que define a la conducta motivada. Su
argumentación se fundamenta en un hecho: cualquier organismo siempre tiene un
determinado nivel de actividad; o, lo que es lo mismo: cualquier organismo
siempre tiene un determinado nivel de motivación. Para estos autores, lo
verdaderamente importante es estudiar cómo va evolucionando la activación en un
sujeto, cómo dicho sujeto va cambiando de una actividad a otra, entendiendo que
las principales fuentes del cambio de conducta son los procesos cognitivos. En
una palabra, en el estudio de la Motivación, lo que interesa es observar la
direccionalidad de la conducta que constantemente está llevando a cabo cualquier
individuo.
La
direccionalidad de la conducta puede que no sea relevante cuando el sujeto en
cuestión sólo tiene una alternativa de respuesta. En estos casos, la respuesta
es bastante evidente y clara. Pero, cuando las posibilidades de elección le
permiten decidir qué conducta, y hacia dónde orientará dicha conducta, la
característica de la dirección adquiere una importante consideración, aunque,
por supuesto, la conducta se torna más difícil para el sujeto, dependiendo del
valor funcional que cada una de las posibles alternativas tengan para dicho
sujeto. Es por este motivo por el que Beck (2000) ha criticado la activación
-particularmente la persistencia- como componente importante en motivación,
mientras que la dirección puede ser considerada como el índice más apropiado
para el estudio de las conductas motivadas.
En
Psicología de la Motivación se suele utilizar lo que se denomina “Test de
Preferencia”, para determinar cuál de las distintas alternativas que el sujeto
puede elegir es la que más le motiva. Por ejemplo, en un experimento ya clásico
(Young y Greene, 1953), utilizando ratas como sujetos de experimentación, se
preparan diversos recipientes con agua, aunque cada recipiente con una diferente
saturación de azúcar. De este modo, se puede averiguar cuál de las distintas
posibilidades o alternativas motiva más al sujeto. Concretamente, en este caso,
se pudo observar que las soluciones más saturadas motivaban más a las ratas. El
hecho de la preferencia enlaza con lo que señala Beck (2000) al abordar el
estudio de la Motivación; concretamente, dice el autor, sería pertinente
establecer una diferencia básica entre, por una parte, la preferencia de una
conducta centrada en la satisfacción de necesidades, esto es, centrada en la
regulación elemental biológica del organismo, y, por otra parte, la preferencia
de una conducta centrada en la consecución de metas que no implican la
satisfacción de necesidades biológicas, ni se encuentran relacionadas con la
homeostasis de dicho organismo. En nuestra modesta opinión, nos parece que,
cuanto menos, el presente argumento de Beck sería discutible, ya que,
independientemente de lo “necesario” que sea un objetivo para un organismo, la
ausencia del mismo y el deseo de conseguirlo cumplirían los requisitos exigibles
para hablar de una motivación desencadenada por carencias en un organismo.
Creemos que sería prudente hablar de una homeostasis en general, de tal suerte
que cupiese la posibilidad, no sólo de referirse al equilibrio de variables
biológicas, sino también de las variables psicológicas. El hambre y el deseo de
conseguir cualquier otro objetivo son desencadenantes de conductas motivadas. La
no consecución de alimento pone en peligro la dimensión biológica de la vida de
un organismo, mientras que la no consecución de ese objetivo que se desea,
aunque no necesariamente pone en peligro la vida en su dimensión biológica, sí
puede llegar a producir consecuencias psicológicas importantes en el individuo.
Creemos que la motivación trasciende el concepto de homeostasis. Así, a modo de
ejemplo, es frecuente apreciar cómo las peculiaridades sociales y culturales
ejercen una influencia relevante, impidiendo la justificación homeostática. Se
puede sentir motivación para beber por razones sociales; independientemente del
nivel de líquidos en el organismo, éste siente sed, y bebe. No hay deficiencia
de líquidos, y bebe. Es decir, cuando se utiliza con las connotaciones de buscar
el equilibrio o nivel apropiado en una determinada variable, la homeostasis no
puede explicar la bebida en ausencia de señales de déficit, esto es, la bebida
secundaria.
Un organismo
se encuentra siempre en un estado de relativa motivación, ya que, en cierta
medida, siempre existe algún objetivo o meta hacia el que se dirige la concucta
de ese organismo, o del que se quiere alejar dicho organismo. Es preciso
señalar, al hilo de las aportaciones de Deckers (2001), que los objetivos que
persigue, o de los que se quiere alejar, un individuo pueden encontrarse
temporalmente lejanos, lo cual no impide que se pueda seguir hablando de
motivación. En efecto, la obtención de un objetivo o meta puede exigir mucho
esfuerzo, persistencia y dedicación por parte de un individuo. Si se trata de un
objetivo cuya obtención se encuentra lejana en el tiempo, se pone a prueba, por
una parte, la relevancia de ese objetivo para el individuo, y, por otra parte,
derivada de la premisa anterior, la persistencia y el esfuerzo que ese individuo
está dispuesto a invertir en la consecución. En el proceso de consecución, hay,
al menos, dos variables que condicionan de forma importante la subsiguiente
conducta o acción de ese individuo. Por una parte, la expectativa de
consecución. Es fundamental, ya que, a partir de los análisis que realiza el
individuo, podrá constatar si el objetivo se encuentra subjetivamente más
próximo o no, ya que, dependiendo de esa expectativa de consecución, así será la
subsiguiente actuación del individuo. Si el individuo aprecia que el objetivo se
encuentra más próximo, y sigue siendo tan atractivo como lo era, es muy probable
que siga en el empeño de conseguirlo. Por el contrario, si el objetivo se
encuentra cada vez más alejado de las posibilidades de consecución de ese
individuo, independientemente de lo atractivo que sea dicho objetivo, es también
muy probable que ese individuo abandone la idea de conseguirlo. Por otra parte,
el grado de atracción del objetivo. Es un factor importante, pues puede
ocurrir que, con el paso del tiempo, el objetivo pierda parte del valor de
incentivo, o de la significación que posee para el individuo, por referirnos a
lo que sugieren Molden y Dweck (2000), produciendo una disminución importante en
la conducta dirigida a la consecución de ese objetivo. Incluso, puede suceder
también que aparezca un nuevo objetivo más atractivo o más fácil de conseguir
que desplace al objetivo anterior en la idea de consecución del individuo. En
este marco de referencia, queremos reseñar que la casuística puede ser grande.
En el ámbito de los motivos básicos -por ejemplo, el hambre, y la conducta
asociada de comer-, por regla general, se aprecia que, a medida que pasa el
tiempo sin conseguir el objetivo atractivo para un individuo, éste se torna
menos exigente, pudiendo, incluso, llegar a ingerir una comida que no le
agrada[12].
El proceso de
Motivación
Tal como
sistemáticamente se ha defendido, proponemos que la Motivación se encuentra
estrechamente relacionada con la supervivencia, y con el crecimiento en general,
que puede ser considerado como un incremento exponencial en la probabilidad de
que un individuo consiga los objetivos que persigue, entre ellos, como es obvio,
también el de la supervivencia, entendida, en este caso, no sólo como la
distinción vida-muerte, sino también en sus dimensiones psicológica y social. La
Motivación es un proceso adaptativo en el que resulta imprescindible considerar
la existencia de diversos componentes.
Como proceso
que es, la Motivación implica dinamismo. Es un dinamismo funcional, que tiene
como objetivo incrementar la probabilidad de adaptación del organismo a las
condiciones cambiantes del medio ambiente.
Recientemente Deckers (2001) ha propuesto un sencillo esquema en el que
establece los momentos que pueden distinguirse en el proceso de Motivación. En
cierta medida, la propuesta de Deckers es bastante similar a lo que señalara
hace unos años Kuhl (1986), aunque los intentos de éste no han tenido mucha
repercusión en el ámbito de la Psicología de la Motivación. En cualquier caso,
creemos que, si se quiere delimitar con mayor precisión el proceso de
Motivación, hay que analizar, paso a paso, lo que ocurre desde que un estímulo o
necesidad es detectado por el individuo, o su organismo, hasta que se consigue,
bien el objetivo o la satisfacción de la necesidad, bien el eventual fracaso, en
ambos casos analizando la atribución causal del resultado, pasando por los
diferentes estadios en los que se decide qué hacer y cómo hacerlo. A grandes
rasgos, la secuencia que proponen Kuhl (1986) y Deckers (2001) considera tres
momentos: elección del objetivo, dinamismo conductual y finalización o control
sobre la acción realizada.
En cuanto a
la elección del objetivo que se convierte en meta, el individuo
decide qué motivo satisfará, y qué meta intentará conseguir para satisfacer
dicho motivo. Esto es, existe una circunstancia previa o incentivo que activa un
motivo, junto con la potencial energía necesaria para ejecutar una conducta. La
elección de un motivo depende de la intensidad del mismo, de lo atractivo que
resulte el incentivo, de la probabilidad subjetiva de éxito y de la estimación
del esfuerzo necesario para conseguir el objetivo.
En cuanto al
dinamismo conductual, se refiere a las actividades que lleva a
cabo un individuo para intentar conseguir la meta elegida. Es decir, a partir
del motivo y del incentivo seleccionado para satisfacer ese motivo, el individuo
decide qué actividades le permitirán conseguir la meta, llevando a cabo la
conducta instrumental apropiada para ese fin. Genéricamente, la conducta
instrumental hace referencia al conjunto de todas aquellas actividades motivadas
en las cuales se implica un individuo para satisfacer un motivo.
Consiguientemente, las conductas instrumentales son un aspecto relevante, pues
pueden ser consideradas como el nexo de unión entre un motivo y su satisfacción.
De la correcta ejecución de las conductas instrumentales depende que se consiga
o no la meta que el individuo ha elegido.
Creemos que,
en ocasiones, además de elegir y decidir qué motivo es el que un individuo
intentará satisfacer, también cabe la posibilidad de elegir y decidir qué
actividades o conductas instrumentales elige un individuo para conseguir el
objetivo. Hay algunos aspectos de la conducta instrumental que reflejan el nivel
de motivación; tales aspectos se refieren a la frecuencia, la intensidad y la
duración. La frecuencia se refiere al número de veces que un individuo se
implica o inicia una actividad para conseguir el objetivo; se puede asumir que
cuanto mayor es la frecuencia con la que un individuo lleva a cabo actividades
en pos de un objetivo tanto mayor es la motivación de ese individuo. Es un
argumento muy parecido al que utilizábamos anteriormente para explicar el
concepto de motivación en términos de “persistencia” de una determinada
conducta: cuanto mayor es la persistencia que muestra un determinado individuo,
tanto mayor es el grado de su motivación para tratar de conseguir un determinado
objetivo.[13]. La intensidad se refiere al vigor o la
fuerza con la que el individuo lleva a cabo la actividad o conducta
instrumental; por regla general, también existe una asociación entre intensidad
de la actividad y nivel de motivación. Es un aspecto muy parecido al que
proponíamos al hablar del concepto de motivación en términos de “vigor o
intensidad”. La duración se refiere al tiempo que un individuo dedica a
la satisfacción de un motivo.
En cuanto a
la finalización y al control sobre la acción realizada, se refiere
al análisis del resultado conseguido con las distintas acciones o conductas
instrumentales que el individuo ha llevado a cabo. Es decir, el individuo
constata si, mediante las conductas que llevó a cabo, ha conseguido satisfacer o
no el motivo que eligió. Tanto si se ha conseguido la meta, como si se fracasó,
el individuo realiza los pertinentes procesos de atribución causal, que le
permitirán en el futuro decidir si vuelve a utilizar las presentes conductas o
tiene que introducir algún tipo de modificación. Si el resultado ha sido la
consecución de la meta, el individuo llevará a cabo la correspondiente conducta
consumatoria, con la cual pone fin al proceso motivacional. Como indica Deckers
(2001), la conducta consumatoria representa la finalización de la secuencia
motivacional; la ejecución de la conducta consumatoria completa dicha secuencia
motivacional mediante la satisfacción del motivo. Si, por el contrario, el
individuo no ha conseguido la meta, en función de los parámetros relacionados
con el interés o necesidad de conseguir esa meta, decidirá si persiste e intenta
de nuevo su consecución, o si, por el contrario, cambia la meta a conseguir,
eligiendo otra que considere más asequible.
A partir de
estas sugerencias, nuestra propuesta para explicar el proceso de Motivación
considera dos apartados. Por una parte el correspondiente a la toma de
decisiones y elección del objetivo que se convertirá en meta, y, por otra parte,
el correspondiente al control sobre la acción que se está realizando. Por lo que
respecta al apartado centrado en la toma de decisiones y elección de la meta,
hay que incluir los aspectos referidos al estímulo, la percepción, la evaluación
y la valoración, la decisión y elección, y la conducta motivada. Por lo que
respecta al apartado centrado en el control de la acción, hay que incluir los
aspectos referidos al análisis de la congruencia, la persistencia, la atribución
de causas y la posibilidad de introducir cambios en las acciones o en la meta, o
de abandonar la consecución de esa meta. Como señalábamos anteriormente, este
apartado se analizará considerando de forma general el control del
resultado.
Así pues, de
modo tentativo, la secuencia que proponemos para explicar el proceso
motivacional sería la siguiente: estímulo, percepción, evaluación-valoración,
elección de la meta, decisión de actuar, conducta motivada, y control del
resultado. A lo largo del proceso, es habitual que el individuo realice los
pertinentes ajustes atribucionales acerca de los resultados que va obteniendo
con sus conductas, con lo cual se puede entender la propia dinámica del proceso
motivacional, así como la eventual persistencia o abandono de las conductas
dirigidas a la obtención de la meta en cuestión.
En la
siguiente figura aparece nuestra idea del proceso motivacional, considerando los
distintos momentos o distintas fases a lo largo del mismo.
Ocurrencia o aparición del estímulo. Se requiere la presencia de un
estímulo que sea capaz de desencadenar el proceso motivacional. Ese estímulo
puede ser externo o interno. Cuando el estímulo desencadenante es externo, nos
referimos a algún objetivo que se convierte en meta porque el individuo se
siente atraído por alguna de las características de ese objetivo. Hablamos, en
este caso, de deseo o de necesidad. Cuando el estímulo desencadenante es
interno, nos referimos a una situación de carencia -real o no- en alguno de los
componentes importantes del organismo. En este caso, en el organismo se producen
cambios y signos que son percibidos por el individuo, y que le impulsan a
realizar alguna actividad con la que conseguir algún objetivo que suprima esos
signos que, por regla general, se experimentan con connotaciones negativas o
aversivas. En este caso, hablamos de necesidad[14].
El estímulo
puede estar presente en el ambiente físico del sujeto o puede no estar presente,
refiriéndose, en este último caso, a un recuerdo, o a una meta más o menos
importante que persigue el individuo, y que no tiene por qué estar presente de
forma continuada. Por otra parte, el estímulo puede no ser real, y consistir
sólo en una distorsión perceptiva, alucinación, etc. del individuo.
Además, el
estímulo puede no ser percibido conscientemente, esto es, puede ocurrir que la
intensidad o la duración del estímulo provoquen en el sujeto una activación que
no supere el umbral de la consciencia. En este tipo de situaciones, el individuo
no tiene conocimiento consciente de haber recibido la estimulación, aunque dicha
estimulación le impactó y fue procesada. Tanto si el estímulo es percibido
conscientemente, cuanto si no lo es, ha de tener una cierta capacidad para
desencadenar un eventual proceso motivacional[15]. Esa capacidad puede ser innata o adquirida a
través de la experiencia de ese individuo.
El estímulo
es una variable imprescindible y necesaria para que se inicie el proceso
motivacional. Sin embargo, no es una variable suficiente, pues se requiere la
existencia de una eventual percepción y de una evaluación-valoración que
confiera al estímulo u objetivo las connotaciones de meta a conseguir por ese
individuo, o que dé lugar a que el individuo se movilice para conseguir algún
otro objetivo.
Percepción del estímulo. Es un aspecto importante, ya que
la ausencia de la percepción -consciente o no consciente- impide el inicio del
proceso motivacional. La no existencia de percepción consciente suprime la
posibilidad de que un individuo note la existencia del estímulo y se sienta
motivado para llevar a cabo una acción apropiada. La no existencia de percepción
no consciente -asumida también la asusencia de percepción consciente- mantiene
al organismo en un estado quiescente, sin ningún tipo de manifestación de
cambios y signos que harían que el individuo se sintiese atraído o motivado por
algún tipo de objetivos. Es decir, para que ocurra la percepción, se requiere la
presencia de un estímulo, la existencia de receptores apropiados y la suficiente
intensidad presencial del estímulo para que sea captado por los
receptores.
Así pues, la
percepción puede ocurrir de dos modos: conscientemente y no conscientemente. En
la percepción consciente de un estímulo externo, el individuo detecta y nota la
presencia de un estímulo que, por sus características particulares, posee el
suficiente atractivo para llamar su atención y, si es el caso, tratar de
conseguirlo. En la percepción consciente de un estímulo interno, el individuo
experimenta ciertos cambios, generalmente incómodos, que le impulsan a realizar
una actividad con la que conseguir algún objetivo que haga desaparecer esos
cambios y signos más o menos aversivos. Así, en la percepción consciente,
ejercen su influencia las variables biológicas -la especial capacidad del
individuo para cierto tipo de estímulos-, las variables cognitivas -los juicios
o las creencias de ese individuo respecto al estímulo-, y las variables
afectivas -el estado afectivo actual del individuo. En conjunto, estos tres
tipos de variables conforman una especie de filtro que repercute sobre la
percepción, pues incrementan o reducen la eventual sensibilización del individuo
hacia un tipo determinado de estímulos, con lo cual modifican los umbrales de
percepción.
Por el
contrario, en la percepción no consciente de un estímulo externo, dicho estímulo
no posee la suficiente saliencia (en intensidad o en duración) para captar la
atención consciente del individuo, pero sí que es capaz de afectar a los
receptores y ser procesado. Este procesamiento no alcanza los umbrales de la
consciencia del individuo, aunque puede dar lugar a los siguientes pasos del
proceso motivacional, ya que, además de las respuestas que el organismo active
de forma automática, puede dar lugar a la manifestación de ciertos signos que sí
que son percibidos de forma consciente por el individuo, generalmente con
connotaciones desagradables para el individuo, y que suelen tener la
peculiaridad de desencadenar cualquier tipo de conducta. En la percepción no
consciente de este tipo de estímulos también influye el filtro anteriormente
reseñado, ejerciendo su efecto en el ámbito de las preferencias de ese
individuo; esto es, en el plano de las variables afectivas. En la percepción no
consciente de estímulos internos, por regla general, es el propio organismo el
que lleva a cabo las acciones destinadas a responder a la eventual demanda
implícita en ese estímulo. Si con las acciones automáticas del organismo se
consigue dar respuesta a las exigencias del estímulo, el individuo no será
consciente, ni del estímulo, ni de las respuestas derivadas de la asociación
estímulo-percepción. Empero, cuando las acciones más o menos automáticas que
lleva a cabo el organismo son insuficientes para responder de forma apropiada a
las exigencias del estímulo, aparecerán diversos cambios y signos, también con
connotaciones desagradables y aversivas -en realidad, se trata de cambios
relativamente similares a los que aparecen cuando ocurre la percepción no
consciente de un estímulo externo, e incluso muy similares también a los que
aparecen cuando ocurre la percepción consciente de un estímulo interno-, los
cuales, ahora sí, son percibidos de forma consciente por el individuo,
impulsándole a realizar ciertas acciones con las que conseguir un objetivo
determinado que suprima el malestar.
La
percepción, consciente o no consciente, es una variable imprescindible y
necesaria para que ocurra el proceso motivacional. Sin embargo, tampoco es una
variable suficiente, pues se requiere la existencia de un proceso de
evaluación-valoración que haga pensar al sujeto, o que haga decidir al
organismo, que dicho estímulo es capaz de desencadenar una conducta
motivada.
Evaluación y valoración. Hacen referencia a dos aspectos
fundamentales en el proceso motivacional. Cada vez que se detecta la existencia
de un estímulo, o de una necesidad, el individuo tiene que decidir qué hacer. En
el proceso de tomar la decisión, así como en el de la eventual elección del
objetivo que se convertirá en meta para ese individuo, se produce mucha
actividad cognitiva, caracterizada por la evaluación de la expectativa de
conseguir un eventual objetivo, y por la valoración asociada a las connotaciones
que ese objetivo posee para el individuo.
Por lo que
respecta a la evaluación, el individuo analiza las características de los
distintos objetivos que puede intentar conseguir, considerando la dificultad que
entraña cada uno de ellos, analiza el bagaje de los recursos y habilidades
disponibles para intentar conseguir alguno de los objetivos, y analiza el
esfuerzo que estima que tendrá que invertir en esa tarea de consecución. El
resultado de estos procesos de análisis produce una expectativa de consecución
para cada uno de los distintos objetivos. Esta expectativa de consecución de un
objetivo también podría ser denominada probabilidad subjetiva de éxito,
ya que refleja el resultado del análisis subjetivo que realiza ese
individuo.
Por lo que
respecta a la valoración, el individuo asigna un determinado peso de
satisfacción o gratificación a cada uno de los posibles objetivos. Esa
satisfacción incluye las dimensiones cognitivas y afectivas, considerando
también las eventuales connotaciones negativas, en el caso de que se fracase en
la consecución del objetivo que se convirtió en meta.
Los procesos
de evaluación y valoración pueden ocurrir de forma consciente o de forma no
consciente. Cuando ocurren de forma consciente, también influyen las mismas
variables que ejercían una suerte de filtro en el proceso de percepción, esto
es, variables biológicas, variables cognitivas y variables afectivas. Este
conjunto de variables hace referencia, respectivamente, a las disposiciones
biológicas del individuo en cuestión, a las experiencias acumuladas a lo largo
de su vida, y al estado afectivo momentáneo en el que se encuentra dicho
individuo. Cuando los procesos de evaluación y valoración ocurren de forma no
consciente suele predominar la influencia de las variables afectivas, bajo la
distinción elemental de considerar el estímulo como “grato” o “no
grato”. Cuando el resultado de la evaluación y valoración no conscientes
califica al estímulo como “no grato”, el individuo experimenta una
tendencia a la evitación de eventos y situaciones similares al estímulo en
cuestión. Pero, cuando el resultado de la evaluación y valoración ha sido
considerar el estímulo como “grato”, el individuo experimenta una
tendencia -“sin saber por qué”- a la búsqueda de un objetivo similar al
estímulo que, por debajo de los umbrales de su consciencia, ha provocado en él
ese deseo o necesidad. Cuando el individuo localiza el objetivo que desea,
entran en juego, de nuevo, los procesos de evaluación y valoración, ahora de
forma consciente, para decidir cuál de los posibles objetivos se convertirá en
la meta elegida, y cómo llevará a cabo las posibles conductas instrumentales
para conseguirlo.
La
evaluación y la valoración, conscientes o no conscientes, son variables
imprescindibles y necesarias para que ocurra el proceso motivacional. Además,
pueden ser consideradas como variables suficientes, pues siempre se producen a
partir de algo que ha sido detectado por el individuo, consciente o
inconscientemente, y porque el resultado de su ejecución siempre permite
dilucidar si existe o no motivación.
Decisión y elección de la meta. El valor del objetivo y la
expectativa de conseguirlo son los factores relevantes para entender cuál de los
eventuales objetivos disponibles se convierte en la meta que tratará de alcanzar
un individuo. No obstante, para entender plenamente cómo estos dos factores
influyen sobre la motivación y la conducta asociada a ella, es necesario
considerar una interacción triádica entre la necesidad o deseo, el valor y la
expectativa. Al estilo de lo que propusiera Hull (1943, 1951, 1952), dicha
interacción tiene características multiplicativas, por lo que, cuando alguna de
las tres variables -factores- es cero (0), la conducta motivada no ocurrirá. Así
pues, asumiendo que ninguna de las tres variables es cero, son variadas las
posibilidades que podemos encontrar. Veamos.
(1) Cuando
el valor es elevado y la expectativa de éxito también elevada, la probabilidad
de una conducta motivada dirigida al objetivo es muy elevada, siempre y cuando
exista un mínimo de deseo o de necesidad.
(2) Cuando
el valor es bajo y la expectativa de éxito también baja, la probabilidad de una
conducta motivada dirigida al objetivo es muy baja, aunque, en este caso, el
deseo o la necesidad elevados pueden incrementar la probabilidad de ocurrencia
de la conducta.
(3) Cuando
el valor es elevado y la expectativa de éxito es baja, el elevado deseo o
necesidad hará que el individuo se fije en el valor, incrementando la
probabilidad de ocurrencia de la conducta motivada.
(4) Cuando
el valor es elevado y la expectativa de éxito es baja, el reducido deseo o
necesidad hará que el individuo se fije en la expectativa de éxito, reduciendo
la probabilidad de que ocurra la conducta motivada.
(5) Cuando
el valor es bajo y la expectativa de éxito elevada, el elevado deseo o necesidad
hará que el individuo se fije en la expectativa de éxito, incrementando la
probabilidad de que aparezca la conducta motivada.
(6) Cuando
el valor es bajo y la expectativa de éxito elevada, el reducido deseo o
necesidad hará que el individuo se fije en el valor, reduciendo la probabilidad
de que ocurra la conducta motivada.
En
ocasiones, al menos aparentemente, se puede pensar en la incongruencia que
supone que un individuo diga que no siente ningún tipo ni grado de motivación y,
a pesar de ello, lleve a cabo una conducta dirigida a la consecución de un
determinado objetivo -por ejemplo, cuando hay que realizar una tarea específica
que es desagradable. También en este caso particular se puede hablar de
existencia de motivación. Por una parte, es posible que esa actividad suponga la
consecución de una recompensa concreta, o la evitación de un castigo, en cuyo
caso podríamos plantear que se trata de una conducta extrínsecamente motivada.
Por otra parte, es posible que esa actividad suponga un paso intermedio
necesario en la consecución de la meta que, a más largo plazo, espera alcanzar
ese individuo. En este caso, estaríamos hablando de una conducta intrínsecamente
motivada. En última instancia, como se puede apreciar, la casuística es bastante
grande.
Conducta motivada. Una vez el individuo ha decidido
cuál de los objetivos es el que intentará conseguir, decide también cuál de las
posibles conductas disponibles en su bagaje de estrategias, recursos y
habilidades es la más pertinente, teniendo en cuenta la situación, las
circunstancias y el momento en el que ese individuo se encuentra.
Dicha
conducta tiene que ser considerada como una especie de instrumento con el que el
individuo intentará conseguir el objetivo (ahora meta) que se ha propuesto
conseguir. Como decíamos, se trata de la opción que, al menos en esos momentos,
puede ser considerada como la más apropiada….o la menos mala, siempre desde el
punto de vista del individuo que lleva a cabo la acción.
Es un
instrumento con el que el individuo intenta aproximarse al objetivo. Por esa
razón, a dicha conducta se le denomina también fase de aproximación (o de
búsqueda), pues puede ser considerada como ese primer momento de la conducta
motivada que nos acerca a la meta buscada. En este orden de cosas, permítaseme
recordar que los etólogos ya habían distinguido entre fase de aproximación y
fase consumatoria. Así, Craig (1918) propone establecer una distinción entre
conducta apetitiva y conducta consumatoria, también denominadas fase apetitiva o
de aproximación y fase consumatoria, para referirse a los distintos componentes
de la conducta instintiva[16]. Por lo que respecta a la fase apetitiva -o de
aproximación, o de búsqueda-, tiene que ver con la ejecución de distintas
manifestaciones conductuales dirigidas a la obtención de algún objetivo o meta,
que es el responsable de la activación de la conducta instintiva. Es una fase de
movimientos heterogéneos, variados y no específicos de la especie, pudiéndose
apreciar cómo, dependiendo de la experiencia personal de cada individuo, éste
realiza aquellos movimientos y estrategias que considera apropiados para
conseguir el objetivo. Es decir, cabe la posibilidad de observar que la fase
apetitiva es susceptible de ser modificada merced a las influencias del
aprendizaje. Por lo que respecta a la fase consumatoria -o de ejecución-, tiene
que ver con la realización de ciertas pautas conductuales dirigidas a la
materialización real de la conducta instintiva, una vez que se alcanzó el
objetivo o meta que desencadenó dicha conducta instintiva. La fase consumatoria
implica la ejecución de movimientos homogéneos, específicos de la especie, con
lo que, independientemente de las influencias que pueda haber recibido ese
individuo desde los ambientes en los que se desarrolló, la fase consumatoria
seguirá ejecutándose de forma invariable. Esto es, la fase apetitiva hace
referencia a una activa secuencia de conductas que inician una actividad de
ensayo-error dirigida hacia una meta particular. Dicha secuencia de
ensayo-error puede dar lugar a un patrón de conducta que refleja las influencias
del aprendizaje que ha recibido dicho individuo. La fase consumatoria constituye
una serie de actos reflejos, que son imprescindibles para que el individuo
utilice el estímulo conseguido.
Era una
forma elegante de eludir la contradicción que se producía cuando, por una parte,
se defendía que la conducta motivada era una especie de manifestación
instintiva, innata, no aprendida, y claramente relacionada con la supervivencia
y la adaptación, y, por otra parte, se constataba empíricamente los efectos e
influencias de los procesos de aprendizaje sobre la ejecución de la conducta
motivada. Ciertamente, parecía difícil conciliar los aspectos genéticos y los
adquiridos por aprendizaje. Con la consideración de las fases de aproximación y
consumatoria, era viable defender que existe una forma básica, rudimentaria y
estereotipada de motivación con características instintivas, innatas,
inmodificables, que se encuentra armónicamente relacionada con otra forma básica
de motivación, en la que lo verdaderamente importante consiste en las
influencias sociales y ambientales, en el cambio que se va produciendo a medida
que el individuo adquiere conocimientos.
La fase
apetitiva, con la manifestación conductual que conlleva, posee una base
fisiológica -generalmente de necesidad. La ausencia del estímulo que satisfaga
dicha necesidad hace que el individuo inicie la conducta de búsqueda. Cuando el
individuo encuentra el estímulo en cuestión, la fase consumatoria es elicitada,
con lo cual se altera el estado fisiológico, en términos de satisfacción de la
necesidad. Una vez concluida la fase consumatoria, el individuo experimenta una
cierta aversión hacia el estímulo, hecho éste que lleva a una quiescencia
fisiológica. Con el tiempo, de nuevo, se iniciará la fase apetitiva como
consecuencia de otra alteración fisiológica con connotaciones de necesidad. Y
así sucesivamente.
La
diferencia establecida por Craig exigía una delimitación conceptual del papel
desempeñado por los factores heredados y por los factores aprendidos, ya que
podía resultar confusa la idea del instinto en términos de patrón de conducta
genéticamente determinado, con connotaciones no aprendidas, junto a la idea de
las influencias del aprendizaje con capacidad para modificar la ejecución de una
conducta instintiva. Una posibilidad había sido propuesta por James (1890),
cuando defiende la transitoriedad de algunos instintos hasta que son sustituidos
por hábitos, esto es, conductas más adaptativas y funcionales que los instintos.
Sin embargo, la solución elegante propuesta desde la propia Etología pone de
relieve la conveniencia de diferenciar entre instinto y conducta instintiva. El
instinto se refiere únicamente a la fase consumatoria de una conducta motivada,
mientras que la conducta instintiva es un concepto más amplio, incluyendo la
fase apetitiva y la fase consumatoria.
Así pues, en
este primer momento de la conducta motivada, definido teóricamente como fase de
aproximación, es imprescindible considerar los componentes de activación y
dirección.
Por lo que
respecta a la activación, en realidad ya se produce en el mismo momento en el
que el organismo detecta una necesidad o el individuo percibe un estímulo que le
resulta atractivo y quiere conseguir. Ahora bien, este proceso de activación
requiere algunas explicaciones. En cuanto a la ocurrencia de algún cambio en el
organismo que éste detecta como necesidad, de forma automática se ponen en
marcha los mecanismos apropiados para corregir, si es posible, dicha deficiencia
o necesidad. Se produce una forma de activación selectiva, parsimoniosa, en
virtud de la cual sólo aquellos sistemas necesarios para intentar corregir esa
necesidad entran en funcionamiento. Es una activación con características
homeostáticas, pues el organismo, de forma ciega, trata de equilibrar la
deficiencia producida. En este caso, cabe hablar de una forma de percepción o
detección de la que el individuo no se da cuenta, ya que cursa por debajo de los
umbrales de su consciencia; pero, el organismo sí la detecta, y,
consiguientemente, responde a la misma, tratando de ajustarse a las eventuales
demandas o exigencias que supone el cambio o estímulo ocurrido. Por otra parte,
en cuanto a la percepción consciente de algún objetivo atractivo para el
individuo, también se produce una activación que, al principio, posee
connotaciones de actividad generalizada. Este tipo de activación permite al
individuo llevar a cabo todos los procesos a los que nos estamos refiriendo,
incluidos, como es obvio, los de evaluación y de valoración. Más adelante,
cuando el individuo ha elegido el objetivo y lo ha convertido en su meta,
decidiendo también cómo tratará de conseguirlo, la activación deviene más
especializada, afectando a aquellos sistemas concretos que permitirán al
individuo ejecutar las conductas instrumentales que le acerquen a la meta. De
nuevo apreciamos que, también en este caso, el sistema de activación en el
individuo es parsimonioso y homeostático. Es decir, tan sólo se activan aquellos
sistemas necesarios para conseguir dicha meta -parsimonia- y lo hacen tratando
de satisfacer un motivo, en forma de incentivo asociado a la meta en cuestión,
que, desde el momento en que fue considerado como meta a conseguir, ha producido
en el individuo la necesidad de conseguirlo. La consecución satisface la
necesidad y suprime el eventual desequilibrio producido por dicha necesidad
-homeostasis.
Por lo que
respecta a la dirección, también se aprecia que comienza a manifestarse en el
momento en el que tienen lugar los procesos de avaluación y valoración. En
efecto, al hablar de la dirección en el proceso motivacional, caben dos
posibilidades. Por una parte, la dirección relacionada con la elección del
objetivo que se convertirá en meta para ese individuo. Es la respuesta a la
pregunta “hacia dónde canalizar la activación producida por el estímulo o
necesidad”, junto con la posibilidad de conseguir el objetivo -meta- elegido por
el individuo. Por otra parte, la dirección relacionada con la elección de las
conductas instrumentales que llevarán al individuo hacia el objetivo. Es la
respuesta a la pregunta “cómo canalizar la activación producida por el
estímulo o necesidad”, para, de ese modo, aproximarse al objetivo y conseguirlo.
En ambas posibilidades, la dirección refleja la elección del individuo, tanto en
lo que respecta al objetivo como en lo que respecta a las conductas.
Control del resultado. A medida que se van
desarrollando las conductas instrumentales el individuo va cotejando si la
incongruencia entre la situación actual y la situación que espera obtener va
disminuyendo. Si es así, esto es, si constata que se va aproximando al objetivo,
persiste en su actividad para reducir al máximo la incongruencia. Evidentemente,
en la decisión que tome el individuo acerca de persistir en el empeño de
conseguir esa meta influye de forma apreciable el grado de atracción de la meta
que se persigue. El término atracción no sólo posee connotaciones de
gratificación afectiva positiva, pues también los aspectos relacionados con la
cognición se encuentran implicados. Una meta puede ser cognitivamente atractiva
porque su consecución permite al individuo obtener recompensas sociales en forma
de reconocimiento, respeto, etc.; pero, posee también una dimensión
estrictamente subjetiva, referida a la auto-estima y el auto-concepto en el
propio individuo, en la medida en la que la consecución de una determinada meta
incrementa su auto-percepción de valía, de competencia, etc. Cuando la
incongruencia ha sido completamente reducida, esto es, cuando la incongruencia
es cero, existe congruencia máxima entre la situación que se buscaba al inicio y
la situación final. Es decir: el individuo ha conseguido el objetivo, con lo
cual se inicia la fase consumatoria. A continuación, el individuo realiza el
proceso de atribución de causas, anotando que la elección de la meta fue
apropiada y las conductas instrumentales también. La asociación entre la
expectativa subjetiva de consecución de esa meta concreta y las conductas
instrumentales llevadas a cabo le permite al individuo establecer una función de
generalización, en virtud de la cual se podrá entender la eventual ejecución de
las mismas conductas instrumentales ante la posibilidad de conseguir objetivos
similares al que obtuvo en esta ocasión. El proceso de atribución de causas es
un factor relevante en el proceso motivacional, y, en contra de lo que muchas
veces se ha defendido, no es necesario que finalice la ejecución de la conducta
instrumental para que se inicie el proceso de atribución de causas. Ni es
necesario, ni tan siquiera conveniente, pues tan pronto como se pueda establecer
que la conducta instrumental que se lleva a cabo es apropiada, tanto mejor para
la convicción del individuo respecto a los criterios que utilizó para elegir la
meta, para elegir la conducta instrumental y para el esfuerzo que dedicará en su
afán de consecución.
Por el
contrario, si el individuo detecta que la incongruencia no disminuye, o que se
incrementa, tiene analizar detenidamente la situación. El proceso de atribución
causal tiene que ser una variable de necesaria utilización e estos momentos, ya
que, como indicábamos más arriba, cuanto antes sepa el individuo si la conducta
es buena, o mala, y por qué, tanto mejor para el pronóstico de la eventual
consecución de la meta. En primer lugar, cabe la posibilidad de que, como
consecuencia de ese proceso de atribución causal, el individuo estime que es
necesario introducir algún tipo de cambio. Por regla general, este cambio puede
llevarse a cabo en uno de los siguientes dos ámbitos: por una parte, el cambio
se puede centrar en las conductas instrumentales que está llevando a cabo, si
considera que no son las más apropiadas para conseguir la meta; por otra parte,
el cambio se puede centrar en la meta que eligió y hacia la que dirige sus
esfuerzos, si considera que la misma está fuera de su alcance y supone unas
exigencias a las que no puede responder con los recursos disponibles. Incluso,
cabe la posibilidad de que el cambio afecte a los dos ámbitos simultáneamente,
esto es: que introduzca cambios en la meta y en la conducta. No obstante, en
segundo lugar, cabe también la posibilidad de que, tras la realización del
proceso de atribución causal, el individuo decida no introducir ningún tipo de
cambio. Puede parecer un contrasentido no modificar nada tras apreciar que la
meta no se consigue. Mas, si el individuo realiza correctamente el proceso de
atribución causal, llegando a la conclusión de que el fracaso en la obtención de
la meta se debe a factores ajenos, que no dependen de él (ni en el ámbito de la
elección de meta, ni en el ámbito de la conducta instrumental), puede mantener
la inicial meta para intentar conseguirla de nuevo utilizando como instrumento
la misma conducta que anteriormente utilizó.
Así pues,
aunque el individuo en este caso no puede llevar a cabo la conducta
consumatoria, ya que no consiguió el objetivo que se había propuesto, sí que
tiene que saber realizar correctamente el proceso de atribución de causas,
estableciendo por qué no ha podido conseguir esa meta. Como en el caso de
conseguir la meta, de nuevo, el proceso de atribución causal también es
importante, pues le permite al individuo establecer la asociación, aunque en
este caso negativa, entre la expectativa de consecución de una meta concreta y
las conductas instrumentales concretas que ha llevado a cabo, con lo cual, si
fuese el caso, es probable que introduzca algún tipo de cambio para futuras
ocasiones.
En última
instancia, la Motivación, considerada tanto en su dimensión de conducta, cuanto
en la de proceso, se encuentra directamente relacionada con la adaptación. Esto
es, al menos desde un punto de vista genético, todo ser vivo se siente motivado
para conseguir el objetivo más esencial: la supervivencia. En condiciones
normales, prácticamente todas las conductas que lleva a cabo un individuo se
encuentran relacionadas con el incremento en la probabilidad de supervivencia,
aunque en nuestros días, al menos en el ser humano, dicha supervivencia no tenga
las connotaciones de vida o muerte. Como consecuencia, y por definición, la
Motivación se encuentra presente en los organismos de todas las especies,
independientemente del lugar que ocupen en la escala filogenética.
Si la
Motivación se encuentra relacionada con el afán por sobrevivir, todo ser vivo se
encuentra motivado para sobrevivir, con los matices diferenciales que se quiera
considerar. Es evidente que las formas más complejas de Motivación se dan en el
ser humano, y éste es el ámbito en el que, de forma preferencial, hemos de
centrarnos, sin descuidar el análisis de las especies inferiores, que, como es
bien sabido, aportan información relevante para comprender cómo funciona el ser
humano en según qué circunstancias.
Creemos que
es necesario distinguir entre motivación y proceso motivacional. Es frecuente
encontrar que, cuando se hace referencia a la motivación, se alude a ella en
términos de “variable interviniente con características de activación y
dirección”. Es decir, con frecuencia se hacen sinónimos los términos de
motivación y conducta motivada. La Motivación tiene que ser considerada como un
proceso, en el cual se incluye la propia conducta motivada, pero, además,
engloba otras variables de relevancia, como las cognitivas, en forma de
análisis, valoración y atribución de causas, y como las afectivas, referidas al
estado actual del sujeto.
A partir de
las distintas perspectivas y definiciones expuestas, estimamos que cualquier
intento definitorio de Motivación debería referirse a un proceso adaptativo, que
es el resultado de un estado interno de un organismo, que le impulsa y le dirige
hacia una acción en un sentido determinado. Es decir, existe una influencia de
los factores externos y de los factores internos que activan al organismo, y le
dirigen hacia la consecución de algún objetivo o meta que le es gratificante. En
este proceso interactivo son de suma relevancia los objetos meta, con sus
características de incentivo, así como la expectativa o probabilidad de
conseguir esos objetos meta.
La
consideración de la Motivación como proceso implica hacer referencia a la
interacción entre un individuo y su medio ambiente, ya que, en el caso de que
ocurra el proceso motivacional, éste acabará con una conducta motivada dirigida
hacia una meta particular en un momento concreto, por parte de un individuo
concreto.
Nuestra
definición de Motivación se fundamenta en la importancia de los componentes
implicados en el proceso. Es necesario entender la ocurrencia ordenada de los
distintos cambios que tienen lugar a lo largo del proceso. Nuestra concepción de Motivación
es la siguiente: la Motivación es un proceso básico relacionado con la
consecución de objetivos que tienen que ver con el mantenimiento o la mejora de
la vida de un organismo. El proceso se inicia con la presencia de algún estímulo
o situación interna o externa que desencadena en el individuo la necesidad o el
deseo de llevar a cabo una conducta para conseguir el objeto implicado en la
situación; tras la evaluación y valoración pertinentes, teniendo en cuenta la
disponibilidad de recursos, la dificultad y valor de incentivo referidos al
objetivo a conseguir, más el estado actual del organismo, el individuo decide
llevar a cabo una conducta dirigida a la consecución de un determinado objetivo
-aquel que considere más apropiado en ese momento-; la conducta motivada
propiamente dicha consiste en las fases de aproximación y de ejecución
-apetitiva y consumatoria-, y, tras su ejecución, el individuo llevará a cabo la
verificación de la congruencia, la atribución de causas y la
generalización.
Identificar
la Motivación con la conducta motivada es correcto si lo que se intenta es
dilucidar simplemente qué atrae la atención y el interés de un individuo en un
determinado momento y cómo lleva a cabo determinadas acciones para conseguir el
objetivo en cuestión. Ahora bien, si por Motivación entendemos el proceso
motivacional, es necesario considerar la propia conducta motivada, por supuesto,
pero, además, es imprescindible también tener en cuenta, por una parte, cómo un
individuo llega a la conclusión y decide cuál de los diversos objetivos que
potencialmente puede conseguir se convierte en la meta específica hacia la que
dirige sus esfuerzos, y, por otra parte, cómo va verificando la relativa
proximidad de la meta a medida que lleva a cabo su conducta motivada, y cómo
realiza la correspondiente atribución de causas al resultado de su conducta
motivada.
proceso de motivación
Teoría de las necesidades humanas (Abraham Maslow )
En 1943 Maslow formuló su concepto de jerarquía de necesidades que influyen en el comportamiento humano. Maslow concibió esa jerarquía por el hecho de que el hombre es una criatura que demuestra sus necesidades en el transcurso de la vida. En medida en que el hombre las va satisfaciendo, otras mas elevadas toman el predominio del comportamiento.
De acuerdo a esta teoría de Abraham Maslow, el resorte interior de una persona esta constituido por una serie de necesidades en orden jerárquico que va desde la mas material a la mas espiritual.Se identifican 5 niveles y cada uno de ellos se activa solamente cuando la necesidad del nivel inmediatamente inferior esta razonablemente satisfecho.
Maslow cree que la mayor parte de las personas en las sociedades con un alto nivel de vida tienen sus necesidades de los tres primeros niveles (fisiológicas, de seguridad y sociales) regularmente satisfechas, sin mucho esfuerzo y sin mucho efecto motivacional.
Concepto de jerarquía de necesidades de Maslow:
Muestra una serie de necesidades que atañen a todo individuo y que se encuentran organizadas de forma estructural (como una pirámide), de acuerdo a una determinación biológica causada por la constitución genética del individuo. En la parte más baja de la estructura se ubican las necesidades más prioritarias y en la superior las de menos prioridad.
Así pues, dentro de esta estructura, al ser satisfechas las necesidades de determinado nivel, el individuo no se torna apático sino que más bien encuentra en las necesidades del siguiente nivel su meta próxima de satisfacción. Aquí subyace la falla de la teoría, ya que el ser humano siempre quiere más y esto está dentro de su naturaleza. Cuando un hombre sufre de hambre lo más normal es que tome riesgos muy grandes para obtener alimento, una vez que ha conseguido alimentarse y sabe que no morirá de hambre se preocupará por estar a salvo, al sentirse seguro querrá encontrar un amor, etc.
El punto ideal de la teoría de Maslow sería aquel en el cual el hombre se sienta “autorrealizado” pero esto es muy raro, se podría decir que menos del 1% de las personas llegan a la plena realización.
Maslow dijo “Es cierto que el hombre vive solamente para el pan, cuando no hay pan. Pero ¿qué ocurre con los deseos del hombre cuando hay un montón de pan y cuando tiene la tripa llena crónicamente”
Las necesidades según Maslow:
De acuerdo con la estructura ya comentada las necesidades identificadas por Maslow son las siguientes aquí mostradas
*Necesidades Fisiológicas: estas necesidades constituyen la primera prioridad del individuo y se encuentran relacionadas con su supervivencia. Dentro de éstas encontramos, entre otras, necesidades como la homeóstasis (esfuerzo del organismo por mantener un estado normal y constante de riego sanguíneo), la alimentación, el saciar la sed, el mantenimiento de una temperatura corporal adecuada, también se encuentran necesidades de otro tipo como el sexo, la maternidad o las actividades completas.
*Necesidades de Seguridad: con su satisfacción se busca la creación y mantenimiento de un estado de orden y seguridad. Dentro de estas encontramos la necesidad de estabilidad, la de tener orden y la de tener protección, entre otras. Estas necesidades se relacionan con el temor de los individuos a perder el control de su vida y están íntimamente ligadas al miedo, miedo a lo desconocido, a la anarquía…
*Necesidades Sociales: una vez satisfechas las necesidades fisiológicas y de seguridad, la motivación se da por las necesidades sociales. Estas tienen relación con la necesidad de compañía del ser humano, con su aspecto afectivo y su participación social. Dentro de estas necesidades tenemos la de comunicarse con otras personas, la de establecer amistad con ellas, la de manifestar y recibir afecto, la de vivir en comunidad, la de pertenecer a un grupo y sentirse aceptado dentro de él, entre otras.
*Necesidades de Reconocimiento: también conocidas como las necesidades del ego o de la autoestima. Este grupo radica en la necesidad de toda persona de sentirse apreciado, tener prestigio y destacar dentro de su grupo social, de igual manera se incluyen la autovaloración y el respeto a sí mismo.
*Necesidades de Auto-Superación: también conocidas como de autorrealización, que se convierten en el ideal para cada individuo. En este nivel el ser humano requiere trascender, dejar huella, realizar su propia obra, desarrollar su talento al máximo
Modelo de ERG de Alderfer
Enfoque de motivación que propone una jerarquía de tres categorías de
necesidades de existencia, de relación y de crecimiento. El modelo de Alderfer
contiene al igual que el de Maslow una hipótesis progresiva en la que dice que
para que una necesidad aparezca como factor de motivación de la conducta antes
es necesario que la necesidad inmediata inferior sea razonablemente satisfecha,
pero adicionalmente el modelo ERG también adopta una hipótesis de regresión de
la frustración, esta sostienen que cuando los individuos ven frustrada la
satisfacción de una necesidad superior, vuelve a imponerse sobre ellos la
necesidad del invel inmediato inferior.
LA AUTO-MOTIVACIÓN
La automotivación es la habilidad de hacer algo sin la ayuda o influencia de alguien. Es la motivación que usted mismo se genera; que es propia y por lo tanto no depende ni está sujeta a terceras personas. Es la fuerza anímica que le ayudará a incrementar la confianza en sí mismo, la autoestima, el equilibrio mental, el autocontrol y la aceptación de solamente pensamientos positivos para lograr las metas que usted mismo se fije, lograr el éxito y la felicidad en base al potencial ilimitado que usted posee.
automotivacion es darse a uno mismo las razones, impulso, entusiasmo e interés que provoca una acción específica o un determinado comportamiento. La motivación está presente en todas las funciones de la vida: actos simples, como el comer que está motivado por el hambre, la educación esta motivado por el deseo de conocimiento. Pero cuando hablamos de automotivación es algo diferente ya que es la motivación hacia uno mismo
merit casino free spins casino free spins casino
ResponderEliminarfree spins casino free spins 메리트카지노 casino free spins casino free spins casino 2021 slot machine free spin casino 2020 slot machine free spins casino 2020.